Santo Bendito sea: Zahorí, me has caminado, has llegado a Mi; ¿Qué es la verdadera miel que has hallado? Di. Zahorí: La miel es el regalo que dejan las abejas, entretanto polinizan la floración de la tierra. Trabajan incansablemente, son la perseverancia. Y son la humildad viva, y la bondad desmesurada. Trabajan para hacer la vida, para una cadena crear. Un ciclo de vida sempiterno en la gracia del otorgar. Su miel es un jarabe, si se viene a calentar; es curativo el regalo que en su amor está. Así ocurre al abrazarte, al sentirte de verdad. En el corazón y alma te sentimos y en todo lo que nos rodea, además. Así es que abstraemos la luz que contigo, Santo, está. Está en la flor que es vida y en el fruto que la flor da. La flor de la vida es miel, en tu Árbol de Vida está. Y tu Árbol de Vida, Santo, es venirte, a tus brazos, echar. Es saber que eres un Ser Infinito y que en todo todo estás. Estás antes de Todo, y en la Nada antes estás. Estás fuera del tiempo, y "En el principio" estás. Siento la miel en la luz con que me vienes a iluminar; está primero en abrazarte y en saberte encontrar. Eres cifra, letra y comunicación, cuando todo dejo estar en el amor con que me abrazas al, mi hijo, yo abrazar. Tu Recibir, que llaman Cábala, en tu 137 está. Tres que hacen mi luz y pensamiento, siete que en mis emociones está; estas son las Sefirot que en el Árbol de Vida están. Y siete es completo, completo celestial. Es haber pulido los atributos que en mis emociones y reino están. Y mi reino es mi camino, cómo vengo yo a caminar, cómo es que hago las cosas, qué me hace, a mí, guiar. Es entonces que sintiéndote, abrazado a mi hijo amado; sabiendo que eres amor, y que ese es el mayor regalo, es que de manera innata, a priori, en mi alma están grabadas esas Sefirot que ni siquiera sabía nombrar. Abrazándote por amor, por amor a mi hijo, es que me pulí en bondad y mi fuerza también lo hizo. Y sentí en la humildad una inmensa grandeza, me enseñó a ser honorable, majestuoso y, en delicadeza, alcanzar mi fundamento, a ver, en mi, la belleza. Todo ha sido dispuesto de una manera natural, y me ha llevado a sentirte, me ha llevado a despertar: a vivir tu sabiduría con tu entendimiento, y a amar.. Y he sentido, con ello, Santo, la luz y el amor que contigo están. Ellos son la Gloria que me coronan y me hacen avanzar. Tu Gloria, que deviene a la sabiduría que en ti está, ha necesitado de entendimiento para venirse a derramar sobre mi mente, mi pensamiento: los que en mi corazón están. Tres son los intelectos y la corona de tu Gloria. Siete son los atributos que, junto a mi corazón, transforman. Y siete y tres son diez, esto es ser completo. Mas, lo completo es la unidad, un Álef es lo que tengo. Así, 137, empieza en lo metafísico; cuando te vivo y te siento, mis fotones se han prendido. Siento tu luz adentro, siento, igual, tu amor; siento como me amas, siento tu esplendor. Y siento mi energía equilibrada, mi amor. Siento paz cuando me abrazas, con mi hijo, en mi interior. Aquí siento qué es la miel que, contigo, Santo, está. Empieza en iluminar mi palabra cuando vengo yo hablar guiado por este equilibrio que en mi corazón está. Después aparece tu recuerdo, atesorado en la Torah. Es un regalo que haces para venirte a Nombrar en el silencio de la prudencia y en la virtud de tu verdad. Es palabra inspirada que nos viene a guiar, y nos instruye en el alma, para el entendimiento está. Y es físico y metafísico lo que nos viene a enseñar; Israel es quien te vive, en mi consciencia es que está. Mas, he de vivir el Pardés cuando tomo esta Escritura Santa; entender lo que sucede y lo que sucede en mi alma. Siento la miel en la luz con que iluminas tu palabra para hacerme recordar quién soy, para hacerme sentir mi alma y mi corazón, ligado al tuyo, mientras me habla tu Verbo en calma. Mas, esto lo siento con mi hijo, de otra manera no puede ser. Ha sido mi mayor regalo, es quien aviva mi ser. Y es quien a ti nos une, sintiéndonos en el corazón y alma; entiendo que es con nuestro amor como te sentimos con calma. Pues entiendo que eres amor, así te sentí desde el principio en que, por amor y protección, me volqué en ti, por mi hijo. Así es que te vivimos, te vivimos en el amor. En el amor es que te revelas, tú sabes lo que hay en el corazón. Y cuando es puro es que te sentimos, y te logramos sentir en nuestro corazón y alma; eres sencillo, es así. Y nos guías en cada día, en cada día ahí estás. Estás en todo lo que nos rodea, y con nuestras emociones, igual. Y como es Árbol de Vida hacia donde nos conduces, yo que quiero que me guíes en tu simpleza: el amor; prefiero que poco a poco, cuando veas que es ocasión, me pongas en mis brazos tu Palabra y lo que es revelación. Yo no he de apresurarme, sólo dejarme llevar por sentirte en el amor, con mi hijo lo vengo a lograr. Pues siento que en la pureza, en el amor Tú estás, y así eres Árbol de Vida, Tú me inspirarás. Pues, yo nada sé, pero sé que te siento; sé que tú nos guías, sé que nos eres alimento. Nútrenos en calma, danos tu miel por amor; dánosla en la medida oportuna, que no la vaya a vomitar yo. Pero danos tu miel siempre, porque tu miel jacta el alma. Y mi Espíritu fortalecido, lleno, entonces, de tu Gracia, siente el corazón completo; pisotea el panel, hasta. Pues esto es estar completo, tener tu sabia medida; cuando tu miel es miel, llena de paz nuestra vida. Tu Palabra es una Gracia con la que nos llenas de luz. Tú no estás en hacer garabatos, señales de humo no eres Tú, esto es adulterar tu Palabra y hacer a un lado tu Luz. Y como mi alma siente, junto a mi corazón, la belleza de tu Palabra y de su revelación; estaré esperando con mi hijo que seas esa revelación; pues sólo en el amor siento tú pureza e inspiración. Y, entretanto, te espero, amado, al jardín nos hemos venido; cultivamos las flores, floramos, y en todo el alrededor te sentimos. Te sentimos en el corazón, por amor a ti estamos unidos. Sólo sentirte y vivirte es saber que estás con nosotros. Y sentirte en nuestro alrededor, ya es otro gran tesoro. ¿Dónde están mis amados? Están pastoreando en los lirios. Yo soy de mis amados, y mis amados son míos. Con inmenso amor a YHVH, mi hijo y a mis Ai. No es lo mismo la miel que la mielda. No es lo mismo un mundo de amor y luz que un mundo de odio y oscuridad. Resulta que como estamos empachados de mielda, irremediablemente queremos miel. El cambio es la constante del sempiterno ciclo de vida.