Todo lleva el Yin sobre los hombros y el Yang en los brazos; ambos se funden en la energía vital para crear la armonía.
Fragmento del Epigrama XLII, Tao Te King, Lao-Tsé
¿Podría abstraer el conocimiento de que como polvo de estrellas que soy, provengo de la luz, soy luz y hacia la luz es donde voy? ¿O podría aventurarme a ir más allá y afirmar que soy luz, biológicamente, y, atendiendo al carácter intrínseco de esta naturaleza inherente que le es propia, necesito de luz del Sol para procesarla en mi interior y crecer, como lo hace una planta? ¿Podría aventurarme a decir que soy «fotosintética» y no haberme excedido en ello? Si no, si concibiera esta luz como aquella que manifiesta mi conciencia, mi «luz existencial», ¿podría decir que biológicamente soy luz y es la luz de mi conciencia la que condiciona el bienestar de mi desarrollo? ¿Está la luz relacionada con mi esencia, con la esencia de mi ser?
En este sentido, ¿soy luz?, ¿necesito de la luz solar para ayudar a crecer a la luz de mi conciencia?, ¿necesito de la luz solar para crecer, como la hace mi bambú?, ¿hacia arriba, ahondando sus raíces, siempre buscando el Sol?
Es más, antes de seguir por este derrotero de cuestionamientos reiterados, ¿no debería reiterarme a cuestiones en otra dirección?, ¿se habrán cuestionado nuestros ancestros, desde su remota existencia, la importancia y aquello que nos une al Sol?, ¿por qué ha sido el Sol venerado, como un dios?, ¿por qué el Sol se presenta como un símbolo sobre el que edificar un sincretismo que aúna las creencias de muy diversas civilizaciones?
Y si decidiera seguir otro derrotero, ¿por qué es tan importante el Sol?, ¿por qué es tan importante su luz para los procesos químicos y hormonales de nuestro organismo?, ¿por qué la luz del Sol condiciona nuestro estado mental y físico?, ¿por qué es posible que en períodos de mayor luz, como la primavera y el verano, estemos más enérgicos y vivos?, ¿más alegres?, ¿con más ganas de socializar, reunirnos, salir, bajar a la playa, tomar el sol, organizar barbacoas, moragas, comidas ocasionales fuera, pasear…?, ¿se debe a que hace mejor tiempo, hace más calor, hay una mayor radiación por nuestra proximidad a él que termina elevando la temperatura y es esto lo que nos condiciona a alterar nuestros hábitos: que hace más sol?
Y si considero que es más sabio considerar el Sol desde la dimensión física, entonces, ¿sería importante alcanzar el conocimiento de la física de la luz? En este sentido, ya que por física atiendo al conocimiento de la física natural, la observada como causa-efecto en la naturaleza, ¿tendría sentido retrotraerme al conocimiento epistemológico del concepto de la luz, diferenciar qué es luz de lo que no lo es?, ¿se presenta la luz como algo dual?, ¿atiende la luz a una dimensión polar que la define, esto es, ésta existe de haber tinieblas, de haber un concepto totalmente opuesto:la oscuridad? Es más, ¿el conocimiento que, sobre su polaridad, se tiene, ha sido reflexionado primero desde un alcance metafísico?, ¿habrá sido la metafísica de la luz y la conciencia la que nos ha permito dar a luz el entendimiento de lo que la física de la luz es?
¿Y si existe alguna relación entre nuestro crecimiento biológico, físico y mental, condicionado por el Sol?, ¿se debería en parte a lo que ingerimos?, ¿mayor es la relación directa de biomoléculas fotovoltáicas en el alimento, mayor es la luz que ingerimos?, ¿mayor es la luz que ingerimos, mayor es nuestro bienestar físico?, ¿mayor es nuestro bienestar físico, mayor es nuestra predisposición a una actitud positiva?, ¿una actitud positiva nos condiciona en una conducta constructiva, en un pensamiento positivo, empoderador?, o, ¿será que meditar sobre la luz, la luz de nuestra conciencia, nos conduce a una actitud positiva?, ¿es así que podemos entonces edificar valores positivos y sabios sobre los que construir nuestra personalidad?, ¿o será que la luz la encontramos en todo, y es desde ese todo desde el que podemos evolucionar en bienestar? De esta manera, somos luz y necesitamos de la luz para iluminar nuestro organismo y nuestra conciencia.
Si hasta el momento, toda esta dialéctica de cuestiones se presenta ramificada, antes de irnos por las ramas e instalarnos en la copa, procuremos caminar cada una de ellas en dirección hacia la raíz que las ha traído a su existencia. Descendamos por el tronco, no obstante, y alcancemos un conocimiento al respecto de la luz, desde diversas perspectivas, al menos, aquellas que nos cuestionamos. Posiblemente, desde el conocimiento que al respecto refuta a día de hoy la ciencia, podamos firmemente subrayar aquellas palabras de Jesús de Nazareth: «sois la luz del mundo». ¿Será esto cierto?