Las mentiras más crueles son dichas en silencio.
Robert Louis Stevenson
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En la fábula de la Tortuga y la Liebre aprendemos muchas cosas, siendo una de ellas la imperturbabilidad en el ritmo de la tortuga. En gran medida se debe a que es consciente plenamente de cómo es; simboliza, en este sentido, el nosce te ipsum, la Iluminación, la Sabiduría.
Es un animal emblemático para representar la prudencia y la humildad, es más: es tan prudente que, no es que aparte la vista de su equipaje – aunque haya una preciosa vista -, es que lo lleva consigo. De hecho, con su caparazón se protege, igualmente, del exterior. Y, a su vez, el mismo la auxilia para gozar de su serenidad y confianza basadas en la experiencia que le ha otorgado su meditado caminar. Es un caparazón de imperturbabilidad que define su hábitat: la frugalidad del tiempo grabada junto a sus huellas y de la que es testigo.
La liebre, por su parte, simboliza la impaciencia y la estupidez que le deviene. Así es que es expresada a través de su velocidad. Puesta en la parrilla de salida de la carrera, es una precognición del estrellarse debido a la sobrevaloración de las capacidades; algo propio de la arrogancia. Es más, su presunción en la victoria es tal que hasta se echa a descansar a la sombra.
Hoy, con la fábula, quisiera recordar que tengo muy malas noticias para aquellos que van de “sociolistos”; porque han ido a hacer tropezar a la tortuga de muyyyyyyyyyyyyy mala manera y al final la tortuga nos hace ver que no son tan listos, ni tan socios – se clavan los aguijones entre ellos-; y, además de ineptos y criminales – todo esto es propio de mafias -, son presuntuosos y fanfarrones, arrogantes e impacientes, tremendamente imbéciles: porque todo lo debilitan y empobrecen.
Os tengo guardada la Piedra Filosofal, a ella se llega caminando con mucha mucha tranquilidad. Y hay tranquilidad en la armonía, y en la armonía hay paz, y en la paz hay amor. Así que es normal que requiera su tiempo lograrla, pero la tortuga la ha logrado. Eso solo sucede en el amor. Y no hay que hablar de ello, sino vivirlo a través de los frutos. Cada árbol es conocido por los frutos que da. Desde luego que el valerse de medios fraudulentos – de estos de ir al trullo – ya nos está advirtiendo desde el principio que está podrido el fruto y que el árbol muy malo es.
La tortuga no se impone, simplemente avanza descubriendo el camino. Como nada guarda para sí, mas deja su estela, otros se animan con la paciencia y determinación de la tortuga. En la calma hay paz, hay determinación y hay valores. Cuando se tienen valores, se manifiestan en los hechos, en los frutos. En este sentido el maestro (tortuga) enseña sin palabras; esto es, con hechos.
¡Se podría decir tanto de la tortuga, pero es mejor atender a su caminar!
De parte de la tortuga: