יהוה mismo te guardará contra toda calamidad;
Él guardará tu alma.
Salmo 121:7
Después de abrir mi Biblia leyendo el versículo 7, me he detenido en el encabezado que nombra el tópico que recogen los Salmos de cada página. En este caso es la página 812, titulada como “Regocijo al subir a Jerusalén. Pedir paz”. Algo que me ha causado enorme felicidad.
He seguido echando la vista a un lado, leyendo el comienzo del Salmo 127, “A menos que Dios edifique“.
En concreto empieza así: “A menos que יהוה mismo edifique la casa, de nada sirve que los edificadores hayan trabajado duro en ella. A menos que יהוה guarde la ciudad, de nada vale que el guarda se haya quedado despierto“.
Esto me ha hecho reflexionar mucho en mi día de hoy; pero, especialmente, me ha hecho hacer una profunda mirada introspectiva y retrospectiva a todo aquello que vengo atravesando.
Definitivamente, es Dios quien nos elige para su plan divino; pues, sólo Él conoce los corazones y sabe quien es digno de levantar su casa – su templo, su morada – y quien no.
Es posible que un tremendo sufrimiento te empuje en un aspecto demacrado y ajado; sin embargo, Dios sabe qué hay debajo de cada ropaje. También sabe insuflar, con su Espíritu, fuerza y perseverancia. A fin de cuentas, en el tremendo sufrimiento, Él termina llevándote en su mano, te guarda y te es como un pacto: siempre te guardará y salvará cuando todo aquello que atraviesas precisamente es por amor y por quererlo, trayendo su luz.
Esto me ha hecho pensar en el cuento que me contaba de pequeña mi abuela María. Un cuento que llevé un poco más allá en La Posada. Posiblemente, el Cristo, atormentado de tanto sufrimiento, andaba ajado por el camino; mas, lo acompañaba la sabiduría y el milagro de Dios, así como personas que traspasan las apariencias y otras que se quedan en la sola superficie o, incluso, timan y engañan, no importando, con ello, hacer mal a sus semejantes.
De entre ellas, las que traspasan las apariencias son aquellas personas que saben escuchar, son empáticas y llevan amor en sus corazones. Definitivamente, cada persona es de acuerdo a su corazón; de esta manera, da aquello que su corazón porta.
Luego, volviendo a estas dos páginas de Salmos, podríamos considerar el anterior, el 126: “El que sin falta sale, aún llorando, llevando consigo una bolsa de semilla, sin falta entrará con un clamor gozoso, trayendo consigo sus gavillas“. Pues, “Los que siembran con lágrimas segarán aun con clamor gozoso“.
Os dejo el link al cuento número seis de La Voluntad: “La Posada“, para que reflexionéis con él y con estos Salmos seleccionados de las ascensiones.
Y para que baliéis por el camino: